No son sólo las ganas. Ni cerrar los ojos sabiendo que otros me siguen mirando. De saber perfectamente cuándo llegan otros labios o cuando llega la ola que me lleva lejos y que me me hace olvidar quién soy.
Tampoco son las heridas.
No.
Me quedo en descubierto, sí...
Es el espejo, que cada vez me recuerda más a ti porque he decidido mirarme por cómo lo hacen los tuyos.
Y que mis sábanas, pijamas y mi piel huelen mal, porque no lo hacen a ti.
Que la intimidad y tú sois algo que sólo quiero para mí.
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